Lo viví, sentí y disfruté: el Riestra Corre, en primera persona.
Deporte 📍 Riestra 👁️ 7 lecturas

Lo viví, sentí y disfruté: el Riestra Corre, en primera persona.

En exclusiva, “Eco del Norte” vibró al ritmo de otra maratón histórica en nuestra localidad. Emociones, detalles y la felicidad de todos los participantes.

📅 19/11/2025

✍️ Por Johan Talarico

Domingo. 06:45 de la mañana. No esperé a que sonara la alarma del celular, la desactivé. Ansiedad, nerviosismo, ganas de correr, ganas de estar ya, ¡CUANTO ANTES! en el arco principal de largada, que se ubicaba a las afueras del Club Social de Norberto de la Riestra. Vale recordar que el sábado, a las 17:15, pasé por las instalaciones del Social a retirar el kit correspondiente para la carrera: una hermosa remera azul, plagada de publicidades, tal como me gustan a mí. Todas las prendas que llevan muchas publicidades, me fascinan. Además, una bebida con todas las propiedades para la recuperación de energías, un turrón, una bolsita de gomitas azucaradas y un sobre de jugo ¿gusto? Frutos tropicales. Todo tan hermoso, prolijo y a la altura de una competencia espectacular. Y así fue. Estuvo genial, de principio a fín. Volvamos al comienzo, bien temprano, del domingo. Me quedé 15 minutos en la cama, hasta que me levanté.

A la remera azul, la que iba a utilizar para los 10 kilómetros competitivos, estaba colocada en el placard, inmaculada, en una percha. Colgadita, esperando a ser usada para la ocasión. El fin de sábado y el principio de domingo, las intensas precipitaciones se hicieron presentes y me hacían dudar como me sucedió en la edición 2024, en la cual no participé. Abrí la ventana, miré al cielo y me dije: “está ideal para que el Riestra Corre se haga sin inconvenientes”. Acto seguido, puse la pava, me preparé un té (sólo un té, no lo acompañé con nada) y entré en un profundo estado de concentración, más o menos por unos 40 minutos. Luego de ello, abrí los ojos, me puse de pie y coloqué agua en la olla para hervir unos fideos largos. Un puñado nomás, lo justo y necesario para que me den la potencia necesaria para la cita deportiva. 08:15. Faltaba cada vez menos. Me preparé la mochila, me cercioré de que no hiciera falta nada y salí a pie hasta el Club Social. Allí, una gran cantidad de personas, de Riestra y la zona, aguardaban en fila su momento para la adquisición del número y chip para el monitoreo de tiempo. Cuando llegué al mostrador, me dieron el 281. Excelente. Así las cosas, lo tomé, agarré cuatro mini-ganchos de metal y me lo calzé en el pecho. Sentado, en la vereda. Allí, tranquilo, fue donde me lo coloqué. Tik – tak, tik – tak. El tiempo corría y, en forma proporcional, la adrenalina iba en aumento. Los corredores se agrupaban, poco a poco, detrás de la línea de largada. Algunos caminaban, otros trotaban para ir tomando ritmo de competencia… y algunos otros sólo charlaban y se les notaba una enorme sonrisa en sus rostros.

El gran momento llegó. Se iniciaba la tercera edición del Riestra Corre. El locutor Javier Bustamante, con su imponente voz, carisma y talento, llamó a Marcela Ojeda para que preparara la entrada en calor. La popular Marce, ubicada debajo del arco inflable color rojo, lo hizo a la perfección, mediante gritos de felicidad, saltos y movimientos de brazos. Para un lado y para el otro. Para un lado y para el otro. Santadilla 1 y sentadilla 2.

“5,4,3,2,1. Señoras y señores, se larga una nueva edición del Riestra Corre. Éxitos para todos”, exclamó Javier, que describía de modo minucioso cada detalle, cada situación particular del espectáculo con suma precisión y profesionalismo. Arranqué con un ritmo tranquilo, sin pegarme al pelotón. Sin embargo, al no adherirme al mismo, una vez que largaron, no los vi más. Fueron ellos, en definitiva, los que después ocuparían los primeros lugares y, por ende, se subirían a los podios para el recibimiento de medallas y copas.

Imagen secundaria

Llegué hasta la virgen que se encuentra en la entrada de la localidad y fui en dirección hacia el camino que nos conduce hacia la zona de la escuela N°14. La lluvia caída durante la madrugada castigó con vehemencia a gran parte de las calles de tierra. Ya no era tierra, sino barro. No importa, eso no era una excusa. Pese a los obstáculos y dificultades, siempre hay que seguir, ir para adelante. Y, por supuesto, eso hice.

Pasé la Avenida Isnard, 300 metros más y a la derecha. ¿Mi ritmo? Normal, un poco más que un simple trote. La intensidad con la que me desempeñé fue la misma de principio a fin. Saludé a todos los banderilleros y les dí los buenos días a cada uno de los vecinos que me crucé.

En el kilómetro 9 con 200 metros (para ser bien exactos), las piernas me querían pasar factura, pero no. Si aguanté en impecables condiciones el 99, 9 por ciento del trayecto, no me iba a rendir a nada de llegar a la meta. Aguantar, resistir, el plus que se necesita no sólo en una maratón, sino también en la vida.

Llegué. Sabía que iba a llegar. Tenía en mi mente completar los 10 kilómetros, con la mejor velocidad y tiempo posibles.

“El 281 está llegando. Fuerte ese aplauso”, decía Javier, micrófono mediante. Gracias por todo, “Riestra Corre”. Ojalá, nos volvamos a encontrar en 2026.

💬 Comentarios

Deja tu comentario

Aún no hay comentarios. ¡Sé el primero en comentar!