Javier Milei: el antes y después del triunfo en las elecciones legislativas. De la locura y verborragia a la moderación y templanza.
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Javier Milei: el antes y después del triunfo en las elecciones legislativas. De la locura y verborragia a la moderación y templanza.

La sensación es que la victoria electoral de la Libertad Avanza, a fines de octubre, provocó en el Presidente de la Nación un giro de 180 grados en los métodos de comunicación, personalidad y un evidente tono de calma y tranquilidad en sus declaraciones y discursos.

📅 15/11/2025

✍️ Por Johan Talarico

El contundente triunfo de La Libertad Avanza en las Elecciones Legislativas trajo modificaciones fundamentales en determinadas estructuras del Gobierno. Se fue Guillermo Francos de la Jefatura de Gabinete de Ministros y su lugar fue ocupado por Manuel Adorni, quien antes ejercía el cargo de vocero presidencial. Diego Santilli (Ver nota “Tiempos de cambios estructurales y desafíos en el gobierno: Diego Santilli y su nuevo rol como Ministro del Interior”) asumió un rol determinante y le brindará, en principio, bocanadas de aire fresco al oficialismo en esta nueva etapa. Como dice la canción de Scorpions: vientos de cambio.

Y esos mismos vientos de cambio, al parecer y de acuerdo a las conclusiones a las cuales llega quien escribe estas líneas, soplan para bien a Javier Milei que, hasta ahora, da esa particular sensación de que en él algo se modificó, giró, mutó. ¿Cuál sería la palabra exacta para una descripción adecuada? Todas ellas. Desde principios de 2020, cuando se lanzó de lleno a la política, el Presidente hizo de la verborragia, la constante polémica y las declaraciones vehementes y con mucho picante un método, una manera, una forma, un modo, un estilo de comunicación para llegarle (uno piensa que tuvo éxito), a los diferentes sectores de la sociedad en su conjunto. Y hubo un momento de quiebre, un giro (como lo describimos en la presentación de este análisis) de 180 grados. ¿Cuándo ocurrió? ¿En qué situación específica se dio? Pasó después de la derrota en la provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Axel Kicillof se sentía ganador y tomó esa provisoria victoria como propia. Ese día (esa noche, claro está) después de conocerse los resultados, cuando parecía que su ausencia era un hecho, Milei apareció en primera escena en el búnker libertario ubicado en La Plata, reconoció la derrota, admitió que hubo errores puntuales y estratégicos, miró a la cara a sus allegados, le fue de frente al núcleo duro del partido violeta, pero más allá de hablarle a los que estaban allí, el mensaje que esbozó fue dirigido a la sociedad, esa sociedad que le puso una y otra vez su voto de confianza. Sin lugar a dudas, el tropiezo electoral despertó en el mandatario su costado reflexivo y autocrítico, recurrió a una mirada más puntual, profunda y analítica de lo que acontecía, se corrió de esa línea banal, superficial, irónica y hasta con sarcasmo a la que nos tenía acostumbrados.

Y como todo en esta vida: ¿Aprendemos más en la caída que en el éxito? ¿Se toma, quizás, una conciencia mayor luego de un golpe o fuerte sacudón? Bueno, el ejemplo del Presidente brinda esa respuesta que busca el interrogante planteado: Milei recapacitó, el traspié le dejó una enorme enseñanza, y decimos que es enorme porque pensó, tomó impulso, realizó a tiempo las correspondientes maniobras y ganó en octubre, venció al amado/odiado peronismo por amplia diferencia. ¿Virtudes? Las tuvo. ¿Aciertos? Muchísimos. El arduo trabajo a contrarreloj y ese click comunicacional indispensable para que el electorado le diera el crédito y la aprobación para lo que queda de su mandato fueron las claves no sólo del triunfo a nivel nacional del mes pasado, sino de la reconstrucción de una nueva imagen del Presidente de la Nación, con más sensibilidad (cuando siempre se notaba que carecía de ella), con esa cuota de visión a futuro y vocación de consenso y reconciliación con casi todos los actores del arco político.

Milei, con los tres puntos en el bolsillo en términos futbolísticos, comenzó con los movimientos de piezas en el gran tablero de ajedrez que representa su gobierno. El desembarco de Santilli significa un nexo crucial con el Congreso de la Nación y la oposición, la consolidación de los Menem le genera más seguridad y confianza para el tan buscado avance con el paquete de reformas y el visto bueno de Estados Unidos lo fortalece en lo económico y financiero, la unión de lazos con la Casa Blanca le da respiro, gana tiempo para “cranear”, con paciencia y tranquilidad, los planes a seguir de acá a 2027. Desde hace mucho, el Presidente dejó de ser un “Outsider” de la política, el sistema en sí mismo lo fue llevando, cual una marea, para ese lugar al que él creía que nunca iba a llegar y es la de un político convencional, tradicional; un político que articula con los otros poderes, que consulta, se deja asesorar, busca ayuda, pregunta y abre los brazos, no pone barreras. Si se mantiene en esta postura que adoptó en La Plata y conserva la legitimidad que le confieren los votos cosechados, a lo mejor, ya hoy, puede soñar con quedarse en el Sillón de Rivadavia hasta 2031. Eso depende del contexto, los acontecimientos e imponderables que puedan surgir en adelante.

En síntesis, Milei se golpeó y creció, chocó de frente con la realidad y se levantó, tomó nota, hizo un repaso de lo que le hacía falta y fue a buscarlo, como cuando se arma la lista para ir al Supermercado. El antes y después, el punto de inflexión. Más práctica que teoría. Milei supo a la perfección que no hay un camino. El camino se hace al andar.

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