Malvinas: cuándo recuperará Argentina las llaves de las Islas.
Un breve viaje por la historia. Pasado y presente. El rol geopolítico/estratégico de Gran Bretaña en las Islas ¿Su verdadero objetivo es la Antártida?
📅 21/10/2025
✍️ Por Johan Talarico
“Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. Si es necesario, este pueblo que yo trato de interpretar como Presidente de la Nación va a estar dispuesto a tender la mano en la paz con hidalguía y en la paz con honor, pero también dispuesto a escarmentar a quien se atreva a tocar un metro cuadrado de territorio argentino”. Ocho días después del desembarco del Ejército Argentino en Malvinas, el 10 de abril de 1982 el Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de facto de la República Argentina, brindaba un discurso cargado de patriotismo, fe, esperanza y optimismo desde el balcón principal de Casa Rosada, frente a una Plaza de Mayo colmada y en la que no cabía ni siquiera un alfiler. En aquella jornada, el público presente se hizo sentir, metía presión segundo a segundo mediante cánticos ensordecedores, abucheos, chiflidos, arengas y gritos desaforados. “Tero, tero, tero, tero, hoy le toca a los ingleses y mañana a los chilenos”, esa era la consigna principal que esbozaba, con fervor, la multitud. -¡Con el puño cerrado no, eh!- le susurraron a Galtieri en sus oídos, mientras levantaba su brazo derecho abriendo la mano (justo cuando iba a presentar el puño en alto, ahí le avisaron que no lo hiciera). Inmediatamente después, alzó su brazo izquierdo y, finalmente, los dos juntos. Repetimos: nunca con los puños cerrados, por supuesto. Acompañado de una gran comitiva que se posicionó a sus espaldas, y con unos seis o siete micrófonos preparados en fila, quien ejercía el Poder Ejecutivo en aquel entonces llevó a cabo un monólogo que duró 13 minutos y finalizó con las estrofas del himno nacional argentino. Lo que vino después…y lo que vino después aún está grabado a fuego en la memoria de todos los argentinos, no se borrará jamás y las heridas siguen abiertas (ya llevamos 43 años): la guerra, la enorme campaña de los medios de comunicación de la época en apoyo a todos los soldados que se brindaron con honor y grandeza por la causa, la gigante incertidumbre y angustia de los familiares de los combatientes (algunos, con muy poca experiencia e instrucción militar), el hermetismo del gobierno en torno a lo que acontecía de forma fehaciente y concreta en las Islas, las cartas escritas de puño y letra que no llegaban a destino, la colecta de chocolates. Todo era confusión, interrogantes por acá, interrogantes por allá ¿Certezas? Ninguna, nada de nada. “Estamos ganando”, se podía leer en la tapa de la Revista Gente, pero lamentablemente era otra la historia. De ese 1982 pasó abril, mayo y los primeros 14 días de junio (el 13, la Selección Argentina de Fillol, Passarella, Tarantini, los jóvenes Diego Armando Maradona y Ramón Díaz y compañía debutó con derrota por 1 a 0 ante Bélgica en la Copa del Mundo de España). Hasta que a las 22 horas del día 15, cadena nacional mediante, Galtieri habló. Ceño fruncido, una clara seriedad transmitía su rostro y un silencio de unos cuantos segundos antes del discurso tan esperado por millones de argentinos. Tragó saliva, miró fijo a la cámara, observó las hojas que se encontraban apoyadas en la mesa y miro de nuevo frente a cámara. No era el mismo Galtieri que el 10 de abril, en Casa Rosada y frente a una multitud en Plaza de Mayo, se expresó con firmeza, de modo contundente y seguro de sí mismo. Ahora la cuestión era totalmente diferente. “El combate en Puerto Argentino ha finalizado.
                            Nuestros soldados lucharon con esfuerzo supremo por la dignidad de la Nación. Los que cayeron están vivos para siempre en el corazón y la historia grande los argentinos. No tenemos sólo el bronce de las antiguas glorias, tenemos nuestros héroes, hombres de carne y hueso del presente, nombres que serán escurpidos por nosotros y las generaciones venideras”. En síntesis, la derrota y rendición ya eran un hecho. Cada una de las palabras, frases y declaraciones marcaron un antes y un después no sólo en la historia de nuestro país, sino también para la Junta Militar que conducía los destinos del país desde el 24 de marzo de 1976. Cada 2 de abril es especial, desde hace ya 43 años. Y hoy, 2 de abril de 2025, debido a nuestra curiosidad típica que tenemos quienes ejercemos esta espléndida tarea de comunicar y de hacer periodismo, nos preguntamos: ¿Cuál es el objetivo primordial que tiene Gran Bretaña en Malvinas? ¿Cuál o cuáles son los motivos específicos de la presencia de los británicos en las Islas: sus recursos o es, acaso, ir ganando kilómetros para la verdadera meta que es quedarse, quizás, con una gran porción de La Antártida? ¿Quiere llegar Gran Bretaña a La Antártida: sí o no? ¿O el verdadero fin de la ocupación de las Islas es un secreto del Estado Británico? Sobran los interrogantes, mas las respuestas son escasas. Por otra parte, la cultura nacional juega su papel y abundan claros ejemplos de ello: banderas colgadas en los alambrados y paravalanchas de todos los estadios del fútbol argentino donde se puede apreciar las Islas Malvinas, excombatientes y miles de ciudadanos de a pie que llevan a nuestro amado y tan reclamado territorio tatuado en la piel o también la famosa canción de cancha: “¡Y ya lo veee, y ya lo veee, el que no salta es un ingleeeees!”. Casi todos los gobiernos de Argentina, a lo largo de los años, agotaron todas las vías diplomáticas posibles, se reclamó de forma permanente por la soberanía de Malvinas, pero al parecer sin demasiado éxito. Pasan las décadas, el tiempo no se detiene. Entre todas las preguntas que formula en su cabeza quien escribe estas líneas (y que, como corresponde, las comparte con ustedes) hay, si se quiere, una que es central y es aquella con la que abrimos esta carta ¿Estamos lejos o cerca de que los ingleses nos devuelvan la llave de Malvinas?
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